Desde la entrega de equipos adecuados por parte de los recintos educacionales, más formación en las Universidades en torno al uso de las nuevas tecnologías y capacitación continua y apoyo psicológico. Estas son algunas de las recomendaciones que 3 profesoras, apoyadas durante 2020 por ONG Innovacien, entregaron tras un año de clases online y para una educación híbrida que en cualquier momento podría volver a ser 100% digital.
Según cifras del BID , durante el 2020 existía en Chile un registro de 11.534 establecimientos educativos (públicos, privados y subvencionados), que agrupaban 3.582.351 estudiantes en etapa parvularia y escolar y 292.603 docentes que impartían clases en los distintos tipos de establecimientos.
La mayoría de estos establecimientos, al igual que en todo el mundo, se vieron afectados en menor o mayor medida por los efectos de la pandemia, debiendo cerrar sin saber cuando volverían a abrir.
Si bien toda la sociedad debió rápidamente acostumbrarse a una nueva forma de efectuar sus tareas diarias, las barreras para los profesores y profesoras fueron aún mayores, ya que tuvieron que enfrentar con celeridad los desafíos de una nueva forma de hacer clases: 100% digital, sin posibilidad de efectuar una adecuada contención y seguimiento a sus alumnos y sin las herramientas adecuadas para que los estudiantes o ellos mismos pudieran hacer clases de forma adecuada.
En este contexto, ONG Innovacien mediante su programa “100 profes”, comenzó a entregar capacitaciones para apoyar a profesores y profesoras de todo Chile, logrando un impacto inmediato que posibilitó una mejor inserción en la tecnología durante la pandemia y el consiguiente desarrollo de clases online.
LAS EXPERIENCIAS
Trinidad Castañeda (28), profesora de lenguaje de cuarto medio del Colegio Cardenal José María Caro, recuerda que al comienzo hacer clases fue “caótico”, porque como muchos profesores desconocía el uso de algunas plataformas. “Nadie sabía muy bien qué hacer, ya que al principio se pensó que se podrían hacer clases online las mismas horas de clases presenciales, o que los estudiantes tenían conexión estable a internet o al menos un computador en casa. Constantemente nos enfrentábamos a nuevos escenarios y eso generaba mucha incertidumbre, al no poder saber si la decisión pedagógica tomada era la más adecuada”.
Al igual que para otras colegas, uno de los principales desafíos que Trinidad experimentó fue el tratar de mantener un vínculo con los estudiantes. “Convocar a los y las estudiantes a entrar y participar en las sesiones online para generar un espacio menos de exposición y más de diálogo, fue muy difícil. Se hizo necesario aprender sobre nuevas metodologías y formas de evaluar que fueran pertinentes al contexto y que generaran mayor impacto en los aprendizajes de los y las estudiantes”, rememora.
Otro punto que destaca fue la necesidad que surgió por contar con capacitaciones que acercaran a los docentes a las plataformas que ocupan los alumnos y alumnas hoy en día. En ese sentido, sugiere la existencia de algún portal “en el cual los y las docentes pudiesen tener acceso a tutoriales sobre plataformas digitales nuevas, su uso y qué ventajas o desventajas ofrecen; y que también estén disponible para los estudiantes, porque todos los profesores nos dimos cuenta que muchos jóvenes no saben adjuntar un archivo en el correo o usar salas virtuales como classroom”.
Maritza Tapia Romero (38 años) imparte el ramo de historia y educación ciudadana en los Talleres de Formación Ciudadana y PTU, del Liceo Diego Portales.
Al igual que otros y otras docentes, reconoce que uno de los principales desafíos fue organizar la vida laboral y familiar en un mismo lugar. “Estar atenta a los horarios de clases de mis hijos y realizar clases desde casa fue realmente difícil estresante y desafiante”, asegura.
Para que los profesores logren adaptarse a esta nueva realidad, sugiere la entrega de equipos tecnológicos e internet para hacer las clases. Junto a esto, evidencia la necesidad de contar con una capacitación permanente en el uso de plataformas tecnológicas y contención psicológica. “Sería positivo que existiera un seguimiento por parte de las universidades y motivación a los profesores para capacitarse en la misma institución donde estudió”, añade.
Por su parte Paula Patricia Aracena Cea (42 años), profesora de inglés en educación media del Liceo Particular Avenida Recoleta, señala que entre los principales desafíos estuvo el lograr convocar tanto a alumnos como a apoderados. “Muchos de mis alumnos no fueron ubicados hasta octubre o noviembre. Algunos porque su entorno psicosocial no se lo permitía y otros que simplemente no estaban dispuestos a trabajar, creyendo que todos pasarían de curso sin hacer nada”. Esta realidad sin duda la vivió tanto Paula como también cientos de otros y otras docentes, quienes además a diario debieron luchar para captar la atención de sus alumnos y alumnas, a través de una pantalla.
Por lo mismo, Paula cree que los profesores de todos los niveles deberían estar al día con la tecnología y abandonar su zona de confort. “Si bien todos tenemos una forma de trabajo que nos da éxito, en ocasiones como esta pandemia o el estallido social, nos vimos obligados a trabajar de formas innovadoras, donde no sirve mucho contestar de catálogo, sino teniendo que explorar nuevas formas de monitorear el aprendizaje. Desde una perspectiva más pedagógica, romper paradigmas que vienen del siglo pasado, trabajando con las habilidades del siglo XXI; trabajar con ABP o con pensamiento crítico que nos ayuden a lograr aprendizajes mucho más profundos y significativos”.
En este sentido, reconoce que gracias al apoyo de ONG Innovacien pudo tener las herramientas para poder adaptarse a este entorno virtual, sin desesperar. “Me sentí acompañada durante todo el año por las diferentes capacitaciones realizadas vía YouTube. Debo mencionar que Innovacien no solo me ayudó a mí como individuo, sino que también y gracias a los conocimientos entregados, pude ayudar a mis colegas, mis alumnos e incluso a los apoderados”, concluye.